Probablemente Cenicienta sea uno de los cuentos de hadas más populares en todo el mundo y, sin embargo, sabemos muy poco sobre él. Prácticamente todos podemos recordar la película de Disney, y ésta es la versión que damos por buena, pero la auténtica Cenicienta esconde muchos secretos. Si queréis seguir creyendo en la cándida e inocente versión cinematográfica, dejad de leer aquí, porque a partir de ahora este cuento ya no volverá a ser lo mismo.
El cuento de Cenicienta sobrevivió de manera oral durante mucho tiempo, por lo que no se conoce su origen exacto, que podría situarse en China en el siglo I. La primera versión escrita que se conoce en Europa está recogida en una colección de cuentos llamada Pentamerone, escrita por Giambattista Basille, y que vio la luz en el siglo XVII. En esta versión del cuento que, por cierto, se titulaba "La gata cenicienta", la protagonista era una princesa llamada Zezolla, que no tenía ningún escrúpulo en matar a su primera madrastra (en el cuento aparecen dos), y que puede ir al baile gracias a un árbol mágico al que pide ayuda.
También el siglo XVII aparece también la versión de Charles Perrault, un poeta que trabaja en en la corte de Luis XVI en Francia. Su versión de Cenicienta (Cendrillion) no proviene de la de Basille, sino que también la recoge de manera oral. El entorno en el que se mueve influye sus escritos. Tanto es así que el cuento de Cenicienta está repleto de referencias a la moda, la riqueza de las telas, las joyas, etc. En este cuento aparece por primera vez el hada madrina, que ayuda a Cenicienta a transformarse para los dos bailes a los que asiste. El cuento acaba con una 'moralina' dedicada a las 'mujeres jóvenes' advirtiéndolas del peligro de confiar sólo en la belleza, y de la importancia de tener 'la gracia de una reina'. Además, reflexiona sobre el importante papel del 'protector', como el hada madrina, para triunfar en la vida.
Ya en el siglo XIX encontramos la versión de los hermanos Grimm. Académicos, lingüistas, los dos hermanos alemanes son profundamente religiosos, y anhelan aquellos tiempos en los que su país estaba unido. Existen varias ediciones de sus obras, y es curioso como en cada una de ellas la violencia, y el castigo del mal se recrudecen. En esta versión Cenicienta (Aschenputtel) llora la pérdida de su madre en su tumba, junto a un árbol. En ese lugar se encontrará con palomas blancas que la ayudaran cada vez que pida algo. Es también curioso que el número 3, tan relacionado con la religión, es constante en este cuento. Por poner un ejemplo, en esta versión son tres veces las que Cenicienta va al baile. También es cierto que en esta versión las hermanastras de Cenicienta intentan ponerse el zapato de cristal cortándose los pies, pero el príncipe rápido se da cuenta del engaño cuando los pájaros amigos de Cenicienta le advierten de la sangre que sale de ellos. Finalmente, Cenicienta y el príncipe se casan, y las hermanastras son castigadas por los pájaros, que las sacan los ojos.
Sobre la simbología de algunos aspectos comunes en casi todas las versiones del cuento, parece ser que el hecho de probarse el zapato indica que el príncipe no puede casarse con una persona cualquiera, sino con alguien de origen noble. El pie pequeño indicaría que se trata de una persona delicada, menuda, y que no pertenece a la clase trabajadora. Por otro lado, el zapato comenzó a ser de cristal en la versión de Perrault. Algunos especialistas creen que el zapato era de piel en la versión oral, y que Perrault pudo cofundir la palabra 'piel' con 'cristal', porque son muy parecidas en francés (vair/verre). Otros creen que fue un toque de elegancia y riqueza al objeto, ya que el cristal era muy caro en aquellos tiempos y Perrault consideraba que era un material digno de una futura reina.
Como veis, Cenicienta da mucho juego para hacer un análisis. Son muchos los detalles que os llamarán la atención si os acercáis a las versiones originales, que están disponibles en el Proyecto Gutenberg www.gutenberg.org, por si os apetece indagar.
¡Andad, pues! Andad y vivid con la única vida que puedo daros. Mi inteligencia os nutrirá lo suficiente para que seáis palpables; os vestirá, aunque sea de harapos, lo bastante para que no avergüence vuestra desnudez. Yo quisiera forjar para cada uno de vosotros una maravillosa estrofa tejida con frases exquisitas, en la que os pudierais envolver con orgullo como en un manto de púrpura. (G.A. Béquer, Junio 1868)