sábado, 16 de noviembre de 2013

Una novela de amor a fuego lento

La novela de la que os voy a hablar hoy, La Sonrisa de las Mujeres, de Nicolás Barreau (Espasa) es para personas detallistas. Para esas personas que se fijan en la esquina mal doblada del mantel, o se esfuerzan por coordinar el color de las cortinas con el de las flores del jarrón. Es además para personas que tienen un alto sentido del gusto, en su sentido literal, personas que paladean la vida y que pueden volver a un recuerdo de una tarde en un paseo de playa por el sabor al degustar un helado de tutti fruti. Es además para aquellas personas que todavía creen en la magia, en los imposibles y, sobre todo, en el amor que nos enseñaron los cuentos.

Todo comienza cuando Aurélie sufre un fracaso sentimental estrepitoso y, de manera accidental, llega a una
Portada de La Sonrisa de las Mujeres
de Nicolás Barreau
librería y coge un libro de la estantería. Contar más allá de aquí sería hacer flaco favor a todos los que estáis leyendo esto y no habéis leído el libro. Así que me basaré en comentar asuntos que no os 'destripen' el argumento. Creo que la novela tiene una línea argumental clara, bien sustentada, con personajes creíbles (aunque bastante estereotipados), y con el contexto de un París que todos llevamos en la imaginación (sin necesidad de haberlo visitado). Por otro lado, el lenguaje es sencillo, con algunos alardes poéticos, diálogos cortos y directos, y descripciones breves (a no ser que se hable de comida). En su conjunto, la novela es fácil de leer, tiene un argumento atrayente, y sabe enganchar al lector desde la primera página. Las referencias a la cultura francesa e inglesa son interesantes, y la inclusión de expresiones en francés le da más credibilidad y frescura a los diálogos. Además, el humor y la ironía son dos ingredientes que se encuentran escondidos en este texto, incluso mostrando que el autor sabe reírse de sí mismo.

Creo, no obstante, que hay aspectos que podrían estar mejor. Para empezar el autor utiliza muchos aspectos que bien podrían situarse en la película Amélie (desde el nombre de la protagonista, el contexto, la situación emocional, etc.), por lo que a mí parecer abusa de la memoria colectiva de los consumidores de este género cinematográfico. Otro aspecto mejorable es que la descripción psicológica de los personajes es algo superficial, no se termina de profundizar en los pensamientos y sentimientos de los personajes, incluso cuando la novela está narrada en primera persona a través de los dos personajes protagonistas. Finalmente, el desenlace de la obra, poco innovador, se salva por un epílogo insospechado y unas últimas páginas que sin duda harán sonreír a los lectores más sibaritas.

En definitiva, Nicolás Barreau logra una novela resultona, entretenida y divertida que, sin ser una obra maestra literaria, resulta ser una ópera prima coherente y bien presentada, y cuyo final, si bien manido, es el final que todos los cuentos nos han enseñado a soñar (y más si las palabras clave son 'amor' y 'París').


sábado, 26 de octubre de 2013

Lo que Cenicienta esconde...

Probablemente Cenicienta sea uno de los cuentos de hadas más populares en todo el mundo y, sin embargo, sabemos muy poco sobre él. Prácticamente todos podemos recordar la película de Disney, y ésta es la versión que damos por buena, pero la auténtica Cenicienta esconde muchos secretos. Si queréis seguir creyendo en la cándida e inocente versión cinematográfica, dejad de leer aquí, porque a partir de ahora este cuento ya no volverá a ser lo mismo.

El cuento de Cenicienta sobrevivió de manera oral durante mucho tiempo, por lo que no se conoce su origen exacto, que podría situarse en China en el siglo I.  La primera versión escrita que se conoce en Europa está recogida en una colección de cuentos llamada Pentamerone, escrita por Giambattista Basille, y que vio la luz en el siglo XVII. En esta versión del cuento que, por cierto, se titulaba "La gata cenicienta", la protagonista era una princesa llamada Zezolla, que no tenía ningún escrúpulo en matar a su primera madrastra (en el cuento aparecen dos), y que puede ir al baile gracias a un árbol mágico al que pide ayuda.

También el siglo XVII aparece también la versión de Charles Perrault, un poeta que trabaja en en la corte de Luis XVI en Francia. Su versión de Cenicienta (Cendrillion) no proviene de la de Basille, sino que también la recoge de manera oral. El entorno en el que se mueve influye sus escritos. Tanto es así que el cuento de Cenicienta está repleto de referencias a la moda, la riqueza de las telas, las joyas, etc. En este cuento aparece por primera vez el hada madrina, que ayuda a Cenicienta a transformarse para los dos bailes a los que asiste. El cuento acaba con una 'moralina' dedicada a las 'mujeres jóvenes' advirtiéndolas del peligro de confiar sólo en la belleza, y de la importancia de tener 'la gracia de una reina'. Además, reflexiona sobre el importante papel del 'protector', como el hada madrina, para triunfar en la vida.

Ya en el siglo XIX encontramos la versión de los hermanos Grimm. Académicos, lingüistas, los dos hermanos alemanes son profundamente religiosos, y anhelan aquellos tiempos en los que su país estaba unido. Existen varias ediciones de sus obras, y es curioso como en cada una de ellas la violencia, y el castigo del mal se recrudecen. En esta versión Cenicienta (Aschenputtel) llora la pérdida de su madre en su tumba, junto a un árbol. En ese lugar se encontrará con palomas blancas que la ayudaran cada vez que pida algo. Es también curioso que el número 3, tan relacionado con la religión, es constante en este cuento. Por poner un ejemplo, en esta versión son tres veces las que Cenicienta va al baile. También es cierto que en esta versión las hermanastras de Cenicienta intentan ponerse el zapato de cristal cortándose los pies, pero el príncipe rápido se da cuenta del engaño cuando los pájaros amigos de Cenicienta le advierten de la sangre que sale de ellos. Finalmente, Cenicienta y el príncipe se casan, y las hermanastras son castigadas por los pájaros, que las sacan los ojos.

Sobre la simbología de algunos aspectos comunes en casi todas las versiones del cuento, parece ser que el hecho de probarse el zapato indica que el príncipe no puede casarse con una persona cualquiera, sino con alguien de origen noble. El pie pequeño indicaría que se trata de una persona delicada, menuda, y que no pertenece a la clase trabajadora. Por otro lado, el zapato comenzó a ser de cristal en la versión de Perrault. Algunos especialistas creen que el zapato era de piel en la versión oral, y que Perrault pudo cofundir la palabra 'piel' con 'cristal', porque son muy parecidas en francés (vair/verre). Otros creen que fue un toque de elegancia y riqueza al objeto, ya que el cristal era muy caro en aquellos tiempos y Perrault consideraba que era un material digno de una futura reina.


Como veis, Cenicienta da mucho juego para hacer un análisis. Son muchos los detalles que os llamarán la atención si os acercáis a las versiones originales, que están disponibles en el Proyecto Gutenberg www.gutenberg.org, por si os apetece indagar.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Y si...? La vida imaginaria de Mara Torres

En estas últimas semanas he tenido la suerte de volver a comprobar esa teoría mía que defiende que cada libro tiene su momento, y que muchas veces son los libros los que nos persiguen a nosotros (y no al revés). Hace tiempo, me llamó la atención una portada, después un título y más tarde su autora. Eché un vistazo a sus primeras páginas y sonreí al ver las primeras líneas. Sucedió que no lo compré, pero semanas más tarde volvió a aparecer en mi vida, y decidí que tenía que ser una señal, así que lo he estado disfrutando durante esta semana, y ahora vengo a contaros lo que me ha parecido, y a recomendaros su lectura.

El libro en cuestión es La vida Imaginaria de Mara Torres, finalista del premio Planeta 2012. Sin haberme leído el libro, el título me recordó a Vivir para contarla, de García Márquez (del que por cierto tengo su primera edición, comprada con el dinero que me dieron de un premio literario que gané en mis años mozos). Pensé: ¿uno cuenta la vida que vivió, la que recuerda, la que reconstruye o la que imagina? ¿Son nuestros recuerdos verdaderas memorias o reconstrucciones imaginarias de instantes memorables? Aquellas eran las preguntas que García Márquez me había dejado, y que luego vi también reflejadas en mi película favorita, Big Fish. ¿Podemos inventarnos una realidad que nos cure las heridas? ¿Se considera un autoengaño crear una ficción de nuestra vida o es simplemente una perspectiva que tomamos hacia la realidad? Con estas cuestiones filosóficas me adentré en las páginas del libro.

La vida imaginaria tiene algunos ganchos que atrapan al lector inmediatamente. El primero es el género literario que ha elegido Mara Torres, cercano al del diario. La protagonista, Nata, acaba de dejar una relación con su novio Alberto, así que abre su ordenador y escribe para desahogarse, para imaginar, para aliviar su dolor o para comunicar su alegría. Hay un poco de 'voyeaur' en la actitud del lector ante este libro, que no deja de recordarme principalmente a la narrativa que se desarrolla en los blogs. Uno siente que está leyendo algo íntimo, pero con lo que en realidad se siente identificado. Se desarrolla así una rápida empatía entre el personaje y el lector. Y es que lo que le pasa a Nata nos ha pasado a todos, ¿quién no ha hecho locuras por amor? ¿Quién no se ha preguntado cuándo se sabe que el amor de nuestra vida ha llegado a nuestra puerta? ¿Quién no se ha sentido sobrepasado por los desafíos de una vida en pareja? En otras palabras, se trata de un tema universal abordado desde la perspectiva de un único personaje.

En cuanto al lenguaje empleado, creo que uno de los méritos de Mara Torres es que, con un lenguaje sin estridencias, consigue una literatura evocadora y poética. Hay capítulos propios de una micro-novela, en los que con sólo unas líneas ya nos deja suficiente información como para sacar nuestras conclusiones, y también hay diálogos frescos, conversaciones que podrían salir de cualquier rincón de nuestro país en estos días. Aún con toda esta bofetada de realidad, Nata se sumerge en un mundo imaginario, en el mundo del "y si...", un mundo en el que todo es posible hipotéticamente, porque Nata imagina constantemente, imagina cómo podría ser su vida, qué pasaría si en vez de tomar un camino se decidiría por tomar el otro, como nos invita Robert Frost en su poema "The Road Not Taken".

Otro punto fundamental de la novela es el hecho de que esté contextualizado en nuestros días, por lo que la historia nos resulta todavía más cercana y lógica. La crisis económica, el rol de la mujer y del hombre, el salto generacional, la homosexualidad, etc., son temas que aparecen tejiendo el panorama social que nos define en estos momentos en la España de principios de siglo XXI. La dificultad que esto entraña es que, a pesar de que resulta complicado establecer la distancia suficiente para saber extraer esa realidad, el trabajo de ficción suena digno y convincente.

En cuanto a las críticas, son variopintas. Entre sus detractores, están los que piensan que se trata de una narración superficial y poco rica en matices que nos presenta un tema ya manido en la literatura de las últimas décadas. Otros críticos se centran en su clasificación del género denominado Chick-lit. Esta es una denominación otorgada a mediados de los 90 a una variante de la novela romántica que se ha llegado a etiquetar como post-feminista, y que suele estar protagonizada por mujeres actuales que se enfrentan a la dualidad de su vida profesional y personal, y que suelen estar encandiladas por algún ejecutivo, jefe, etc. Para que os hagáis una idea, aquí se encuadraría por ejemplo El Diario de Bridget Jones, de Helen Fielding.

Como conclusión, creo que Mara Torres ha sabido acercarse a un público que no necesita extasiarse con un lenguaje complejo y con temas lejanos, sino que le gusta sentir cariño por los personajes, aproximarse a ellos con una actitud de empatía y desplegar las alas de la imaginación hacia donde hay un mundo de posibilidades... ¿y si... leyeras este libro?

miércoles, 21 de agosto de 2013

De seudónimos literarios

Portada del libro de J.K. Rowling
Hace unos días se ha publicado la noticia de que la archiconocida autora de Harry Potter, J.K. Rowling, ha confesado ser la verdadera autora de una novela publicada en abril de 2013. En concreto, la novela, titulada en su original The Cuckoo's Calling figura publicada con un seudónimo: Robert Galbraith. Las declaraciones han salido a la luz después de que la información saliera a la calle por lo que se ha denominado una "filtración de un bufete de abogados", al que ahora le toca el correspondiente litigio y la afrenta de una indemnización que va a ir parcialmente destinada a causas benéficas.

Al leer esta noticia me he preguntado por las razones que han empujado a Rowling a publicar de esta manera. En siglos pasados era una práctica común encontrar autores que se escondían bajo otros nombres. Por ejemplo, el siglo XVIII muchos autores elegían un seudónimo para practicar el ejercicio de una escritura que era considerado innoble e impropio de personas pertenecientes a las 'altas esferas'. Además, este 'caparazón' les servía para criticar a diestro y siniestro sin perder las amistades, y sin que los allegados se vieran reflejados en ningún personaje de sus escritos.

Otro caso de travestismo literario es de aquellas autoras del siglo XIX que se escondían bajo nombres masculinos para que se las tomara en serio, y para que sus obras pudieran ser encumbradas a lo más alto, y no relegadas a la posición secundaria que tenían las obras escritas por mujeres. Existen muchos casos famosos, como el de las hermanas Brontë, que publicaron un libro de poemas como los Hermanos Bell, o como el de George Eliot, seudónimo bajo el que se escondía la escritora Mary Anne Evans. Otros casos famosos son el de la escritora francesa George Sand.

Retrato de George Eliot (Mary Anne Evans)

Durante el siglo XX también se descubrieron casos de seudónimos de autores famosos que quisieron escribir en el anonimato. El caso más curioso es el de Stephen King, que escribió durante finales de los 70 y la primera mitad de los 80 con el seudónimo de Richard Bachman. Muchos de sus fans se dieron cuenta de que el estilo de este nuevo escritor era similar al de King, y éste se empeñó en negar la mayor hasta que se descubrió su autoría por un documento de la editorial. Finalmente King 'mató' oficialmente a Richard Bachman por un 'cáncer en el seudónimo', y no ha vuelto a utilizar este nombre.

Otro caso muy reciente es el de la escritora Anne Rice, famosa por sus obras góticas y especialmente por Entrevista con un vampiro, que ha utilizado dos seudónimos para poder escribir otro tipo de obras o esconderse de su famoso nombre. Así ha figurado como Anne Rampling o A.N. Roquelaure en varios escritos de su autoría.

Otros autores decidieron utilizar seudónimos bien porque preferían no ser identificados con sus escritos, bien porque sus nombres no eran lo suficientemente atractivos para figurar en las obras. En la mayoría de los casos se ha tratado de buscar un nombre más sencillo y/o comercial. Algunos ejemplos serían el de Pablo Neruda, cuyo nombre real era Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto; el de Lord Byron, cuyo nombre real era George Gordon.
Retrato de Lord Byron (George Gordon)


¿Cuáles son las razones que han podido empujar a Rowling a publicar bajo un seudónimo masculino? Ella argumenta que quería tener la oportunidad de presentarse al público sin la pesada carga de Harry Potter a sus espaldas, y probablemente era una manera de enfrentarse a la crítica con un género nuevo, partiendo de cero. Otros aseguran que se trata de una maniobra editorial para hacer que el libro recupere el nivel de ventas que se esperaba de él (de hecho las ventas se han disparado en Amazon), a pesar de que esto supondría que el éxito de la obra vendría propiciado por la fama del autor y no por la calidad del texto. Sea como fuere, Rowling se une a una larga lista de escritores y escritoras que han decidido utilizar un seudónimo, ya sea de manera temporal o definitiva, para ocultar su sexo o su estatus social, para hacer un nombre más atractivo o para rendir homenaje a la ciudad que les ha visto crecer :).


Imagen de The Cuckoo's Calling tomada de: http://en.wikipedia.org/wiki/The_Cuckoo's_CallingImagen de Mary Anne Evans tomada de: http://commons.wikimedia.org/wiki/File:George_Eliot.jpgImagn de Lord Byron tomada de: http://en.wikipedia.org/wiki/Lord_Byron


domingo, 11 de agosto de 2013

De la ciencia ficción a la literatura erótica

No hay más que echar un vistazo a la cartelera para darnos cuenta de que está inundada de películas de ciencia ficción. Los vampiros, zombies, extraterrestres y robots han copado las salas de cine este verano, y lo llevan haciendo de un tiempo a esta parte, quizás siguiendo esa creencia popular que sostiene que en los tiempos de crisis económica se dispara el consumo de este género, y que comenzó a conocerse cómo tal cuando fue 'etiquetado' y 'clasificado' así en los años 20, al brotar de manera notoria de las plumas de muchos autores de aquella época.

Dado que no estamos precisamente en un tiempo de estabilidad financiera, me preguntaba si esta tendencia hacia el consumo de ciencia ficción también correspondería a la venta de libros, y la estadística me ha arrojado un dato interesante. Según la lista de diez libros más vendidos en 2012 publicada por The Guardian (Fuente: Nielsen), el libro que barrió todas las listas ha sido Cincuenta Sombras de Grey, seguido de lejos por Los Juegos del Hambre.  En España las estadísticas apuntan la misma tendencia, y el libro de E. L. James ha copado la lista de ventas de 2012, dejando hueco sólo a un pequeño y exclusivo grupo de autores que le acompañan: Carlos Ruiz Zafón y Eduardo Mendoza entre ellos. En esa misma lista de más vendidos se encuentran la obra de Sylvia Day, No te escondo nada.

La trilogía de James ha despertado un género.


Parece que a la literatura de ciencia ficción le ha salido un buen rival, y esta es la literatura erótica, representada aquí por las obras de James y Day. Tanto la literatura fantástica como la de ciencia ficción y la erótica no dejan de ser géneros de 'escape' de la realidad, y al fin y al cabo eso es lo que busca el lector en los textos en los que se sumerge después de un duro día de trabajo. No es de extrañar pues que obras como las de James y Day aparezcan en la lista de bestsellers.

En 2013 parece que la tendencia sigue, y las editoriales han apostado por obras como El infierno de Gabriel o Pídeme lo que quieras o déjame, y en España ya existen apuestas nacionales por el género, como la de Ana Pita y Alejandra Rodríguez y su Porno para mamás. ¿Estamos ante un intento de 'subirse' al carro que ha puesto en marcha la trilogía de James o se trata de una necesidad de escape de la realidad materializada en el resurgir de un género que despierta? 

jueves, 1 de agosto de 2013

De telarañas narrativas... La Sombra del Viento

No me extraña que uno de los personajes de la novela La Sombra del Viento de Carlos Ruiz Zafón sea un auténtico fan de las arañas, y admire su capacidad para capturar a sus víctimas pacientemente por medio de sus interminables telas. Así me he sentido yo mientras leía el libro, como un bichito atrapado en la tela de araña que Zafón ya había tendido para que cayera irremisiblemente en su laberinto narrativo. Después del consecuente aturdimiento de estos días de lectura hipnótica, he tomado la suficiente distancia con la experiencia como para reconocer algunos puntos fuertes y otros débiles del libro.

Empecemos por lo bueno, y es que me ha dejado estupefacta la manera en la que el escritor se hace dueño de diferentes géneros y es capaz de mezclarlos a su antojo sin que resulten artificiales o extraños. Hay pasajes góticos, eróticos, misteriosos, románticos y pícaros, y en este 'patchwork' literario no se nota la puntada. Para poder hacer esto, Zafón se vale de un repertorio de personajes que le hacen juego en cada una de estas facetas, pero hay uno en concreto que se adueña de la narrativa, y que le roba el papel al protagonista (o al menos así me lo ha parecido a mí). Se trata del supuesto 'Fermín Romero de Torres', que ha sido el culpable de las carcajadas que me he echado libro en mano. La ironía de este personajillo enclenque y tierno es uno de los 'ganchos' que me ha animado a seguir leyendo (o el veneno de la araña, por seguir con la metáfora).

Como ocurre con todos los textos, siempre se pueden encontrar 'peros'. En este caso, la primera lectura del libro me ha dejado algo desencantada por la pérdida de fuerza del protagonista principal, Daniel Sempere. Su voz se va apagando progresivamente, hasta que llegamos a ese buen número de páginas en donde se va desmadejando la trama. Aquí el personaje toca fondo completamente, a mi modo de ver. También, el hecho de que se descubra 'el pastel' mediante la narración y no la acción me ha parecido muy curioso. El año pasado mi profesora de escritura de novelas me decía que no era bueno descubrir el quid de la historia contándola simplemente, que había que trabajar la acción... Pues bien, éste es un buen ejemplo de lo que ella me decía que no hiciera, pero ya se sabe que 'para gustos los colores'. De todos modos, sí que es cierto que esa parte del libro se hace densa. Afortunadamente, los capítulos finales aligeran esa sensación.

¿He pellizcado alguna esquina? Pues he de decir que el libro no es mío, así que no lo he hecho por respeto, pero de haberlo podido hacer, sólo habría pellizcado dos o tres páginas. De hecho, tengo apuntadas en mi cuaderno azul algunas frases que me han gustado y me han dado que pensar, en especial ésta "(...) un relato era una carta que el autor se escribe a sí mismo para contarse cosas que de otro modo no podría averiguar" (527). ¿Qué cosas cuenta Zafón que le desenmascaran? ¿Cuáles cuento yo que me ayudan a reescribirme? Como decía Gabriel García Márquez, vivimos la vida para contarla. La re-narramos, reconstruimos y relatamos. Al final lo vivido no es lo que experimentamos, sino los retazos que recuperamos y reinventamos.¡Paradojas de la memoria!

Los laberintos narrativos nos pueden atrapar como una telaraña.
Imagen extraída de Wikipedia.

martes, 23 de julio de 2013

Hace unos días os hablé del último libro de Rosa Montero. La vengo siguiendo desde que cayó en mis manos La Hija del Caníbal, a éste le siguieron Temblor, Historia del Rey Transparente, La Función Delta, Instrucciones para Salvar el Mundo, Lágrimas en la Lluvia y finalmente La ridícula idea de no volver a verte. Esta última novela es sorprendente por su perspectiva, combina el comentario anotado de la biografía de Marie Curie con la autobiografía y el retrato histórico-social de las últimas décadas. Como siempre, no me he podido resistir a pellizcar las esquinas de esas páginas que contienen alguna idea, frase, palabra o párrafo que me ha dejado extasiada. Y ahora que lo pienso, quizás pellizco las esquinas de las palabras en cada uno de esos pequeños actos... Creo que me voy aproximando a la idea.

Durante la semana pasada he buceado por las décadas de los años 20, 30 y 40 con Carmen Kurtz, leyendo su obra Duermen bajo las aguas. Mi historia con Carmen Kurtz es cuanto menos curiosa. De niña me encantaba leer dos de sus libros: Veva y Veva y el mar. Creo que están en casa de mis padres todavía. Eran de esos libros que me gustaba releer, revisitar, leer en voz alta, leer en voz baja, teatralizar, y volver a coger. Tanto me gustaban que se los llevé al colegio a mi profe de la E.G.B., a D. Jacinto, y se los recomendé como "lectura interesante" (si era yo inocente y atrevida por aquel entonces...).

Unos quince años después, visité la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión en Madrid con un amigo, y topé con un libro de Carmen Kurtz. Recordé aquellos buenos recuerdos lectores de mi infancia y lo compré. De vuelta a casa lo hojeé y me encontré unas cuantas notas manuscritas. Pensé que eran de su antiguo dueño, pero nada más lejos de eso, se trataban de notas escritas por la mismísima Carmen Kurtz. Las dirigía a unos amigos suyos que sin duda habían sido los destinatarios del regalo, y les comentaba en qué momentos del libro había utilizado anécdotas o vivencias que había pasado con ellos, como si se disculpara por haber hecho uso de ellos. Desde entonces este libro se ha convertido en uno de mis tesoros.

El tercer encuentro con un libro de Carmen Kurtz fue con este Duermen bajo las aguas. El año pasado pasé unos días en Zamora. A mi marido le encantan las tiendas de cosas antiguas, y allí nos topamos con una que estaba repleta. Sus estrechos pasillos estaban desbordados de viejos discos, máquinas absurdas del teletienda, botas de agua de números altos, y de muchos, muchísimos libros. Así que mientras él buscaba algún disco incunable de Mike Oldfield, yo asalté las estanterías de libros para ver si me encontraba alguno que me susurrara al oído, y ahí me encontré con Carmen Kurtz de nuevo. Así que por 4 euros me fui con el libro de hojas amarillentas a casa, y es ahora que he podido disfrutarlo.

No me importa esperar un año por un buen libro. Creo que cada escrito tiene su momento, y no se puede forzar. Quizás necesitaba leer el libro de Rosa antes que el de Carmen Kurtz, porque realmente hay un hilo conductor entre ellos. Ambos hablan de mujeres, mujeres del pasado siglo, y son las dos unas pseudo-autobiografías que me han llevado a reflexionar sobre mi condición de mujer, y sobre las mujeres que me rodean y me anteceden. Probablemente las esquinas de las palabras de ambos libros han creado en mi mente una de esas pajaritas de origami que una amiga japonesa me enseñó a hacer cuando estudiaba en Irlanda, y que aseguraba que ayudaban a los enfermos a curarse pronto y bien.

Las esquinas de las palabras han logrado un origami literario
Imagen tomada de : http://www.esacademic.com/pictures/eswiki/79/Origami-crane.jpg

domingo, 21 de julio de 2013

No sé cómo te imaginarás que son las palabras. Yo me las imaginaba como nubes, empujadas por ideas, enlazadas por emociones... Algunas grandes, otras más pequeñas, poblando el cielo de la imaginación. Me las imaginaba suaves, esponjosas, mullidas, invitando a quien se topara con ellas a dejarse envolver y a soñar. Quería pensar que olían a veces dulces, otras amargas y algunas frescas, como recién salidas de una gota de rocío.

Quizás sea así, pero parece ser que las palabras también tienen esquinas. Eso lo he aprendido, como casi siempre, leyendo, leyendo a una gran maestra, a mi querida Rosa Montero y su novela La ridícula idea de no volver a verte. Y nos confiesa Rosa que "el tuétano de los libros está en las esquinas de las palabras". Así que sobrecogida por sus palabras, aquí estoy, dispuesta a ir a lo más profundo, a lo más oscuro, para encontrarme con esas esquinas, y habitar en ellas lo necesario para dar forma a los 'hijos de mi fantasía', y después mostrártelos a ti, que me lees ahora.

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