miércoles, 21 de agosto de 2013

De seudónimos literarios

Portada del libro de J.K. Rowling
Hace unos días se ha publicado la noticia de que la archiconocida autora de Harry Potter, J.K. Rowling, ha confesado ser la verdadera autora de una novela publicada en abril de 2013. En concreto, la novela, titulada en su original The Cuckoo's Calling figura publicada con un seudónimo: Robert Galbraith. Las declaraciones han salido a la luz después de que la información saliera a la calle por lo que se ha denominado una "filtración de un bufete de abogados", al que ahora le toca el correspondiente litigio y la afrenta de una indemnización que va a ir parcialmente destinada a causas benéficas.

Al leer esta noticia me he preguntado por las razones que han empujado a Rowling a publicar de esta manera. En siglos pasados era una práctica común encontrar autores que se escondían bajo otros nombres. Por ejemplo, el siglo XVIII muchos autores elegían un seudónimo para practicar el ejercicio de una escritura que era considerado innoble e impropio de personas pertenecientes a las 'altas esferas'. Además, este 'caparazón' les servía para criticar a diestro y siniestro sin perder las amistades, y sin que los allegados se vieran reflejados en ningún personaje de sus escritos.

Otro caso de travestismo literario es de aquellas autoras del siglo XIX que se escondían bajo nombres masculinos para que se las tomara en serio, y para que sus obras pudieran ser encumbradas a lo más alto, y no relegadas a la posición secundaria que tenían las obras escritas por mujeres. Existen muchos casos famosos, como el de las hermanas Brontë, que publicaron un libro de poemas como los Hermanos Bell, o como el de George Eliot, seudónimo bajo el que se escondía la escritora Mary Anne Evans. Otros casos famosos son el de la escritora francesa George Sand.

Retrato de George Eliot (Mary Anne Evans)

Durante el siglo XX también se descubrieron casos de seudónimos de autores famosos que quisieron escribir en el anonimato. El caso más curioso es el de Stephen King, que escribió durante finales de los 70 y la primera mitad de los 80 con el seudónimo de Richard Bachman. Muchos de sus fans se dieron cuenta de que el estilo de este nuevo escritor era similar al de King, y éste se empeñó en negar la mayor hasta que se descubrió su autoría por un documento de la editorial. Finalmente King 'mató' oficialmente a Richard Bachman por un 'cáncer en el seudónimo', y no ha vuelto a utilizar este nombre.

Otro caso muy reciente es el de la escritora Anne Rice, famosa por sus obras góticas y especialmente por Entrevista con un vampiro, que ha utilizado dos seudónimos para poder escribir otro tipo de obras o esconderse de su famoso nombre. Así ha figurado como Anne Rampling o A.N. Roquelaure en varios escritos de su autoría.

Otros autores decidieron utilizar seudónimos bien porque preferían no ser identificados con sus escritos, bien porque sus nombres no eran lo suficientemente atractivos para figurar en las obras. En la mayoría de los casos se ha tratado de buscar un nombre más sencillo y/o comercial. Algunos ejemplos serían el de Pablo Neruda, cuyo nombre real era Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto; el de Lord Byron, cuyo nombre real era George Gordon.
Retrato de Lord Byron (George Gordon)


¿Cuáles son las razones que han podido empujar a Rowling a publicar bajo un seudónimo masculino? Ella argumenta que quería tener la oportunidad de presentarse al público sin la pesada carga de Harry Potter a sus espaldas, y probablemente era una manera de enfrentarse a la crítica con un género nuevo, partiendo de cero. Otros aseguran que se trata de una maniobra editorial para hacer que el libro recupere el nivel de ventas que se esperaba de él (de hecho las ventas se han disparado en Amazon), a pesar de que esto supondría que el éxito de la obra vendría propiciado por la fama del autor y no por la calidad del texto. Sea como fuere, Rowling se une a una larga lista de escritores y escritoras que han decidido utilizar un seudónimo, ya sea de manera temporal o definitiva, para ocultar su sexo o su estatus social, para hacer un nombre más atractivo o para rendir homenaje a la ciudad que les ha visto crecer :).


Imagen de The Cuckoo's Calling tomada de: http://en.wikipedia.org/wiki/The_Cuckoo's_CallingImagen de Mary Anne Evans tomada de: http://commons.wikimedia.org/wiki/File:George_Eliot.jpgImagn de Lord Byron tomada de: http://en.wikipedia.org/wiki/Lord_Byron


domingo, 11 de agosto de 2013

De la ciencia ficción a la literatura erótica

No hay más que echar un vistazo a la cartelera para darnos cuenta de que está inundada de películas de ciencia ficción. Los vampiros, zombies, extraterrestres y robots han copado las salas de cine este verano, y lo llevan haciendo de un tiempo a esta parte, quizás siguiendo esa creencia popular que sostiene que en los tiempos de crisis económica se dispara el consumo de este género, y que comenzó a conocerse cómo tal cuando fue 'etiquetado' y 'clasificado' así en los años 20, al brotar de manera notoria de las plumas de muchos autores de aquella época.

Dado que no estamos precisamente en un tiempo de estabilidad financiera, me preguntaba si esta tendencia hacia el consumo de ciencia ficción también correspondería a la venta de libros, y la estadística me ha arrojado un dato interesante. Según la lista de diez libros más vendidos en 2012 publicada por The Guardian (Fuente: Nielsen), el libro que barrió todas las listas ha sido Cincuenta Sombras de Grey, seguido de lejos por Los Juegos del Hambre.  En España las estadísticas apuntan la misma tendencia, y el libro de E. L. James ha copado la lista de ventas de 2012, dejando hueco sólo a un pequeño y exclusivo grupo de autores que le acompañan: Carlos Ruiz Zafón y Eduardo Mendoza entre ellos. En esa misma lista de más vendidos se encuentran la obra de Sylvia Day, No te escondo nada.

La trilogía de James ha despertado un género.


Parece que a la literatura de ciencia ficción le ha salido un buen rival, y esta es la literatura erótica, representada aquí por las obras de James y Day. Tanto la literatura fantástica como la de ciencia ficción y la erótica no dejan de ser géneros de 'escape' de la realidad, y al fin y al cabo eso es lo que busca el lector en los textos en los que se sumerge después de un duro día de trabajo. No es de extrañar pues que obras como las de James y Day aparezcan en la lista de bestsellers.

En 2013 parece que la tendencia sigue, y las editoriales han apostado por obras como El infierno de Gabriel o Pídeme lo que quieras o déjame, y en España ya existen apuestas nacionales por el género, como la de Ana Pita y Alejandra Rodríguez y su Porno para mamás. ¿Estamos ante un intento de 'subirse' al carro que ha puesto en marcha la trilogía de James o se trata de una necesidad de escape de la realidad materializada en el resurgir de un género que despierta? 

jueves, 1 de agosto de 2013

De telarañas narrativas... La Sombra del Viento

No me extraña que uno de los personajes de la novela La Sombra del Viento de Carlos Ruiz Zafón sea un auténtico fan de las arañas, y admire su capacidad para capturar a sus víctimas pacientemente por medio de sus interminables telas. Así me he sentido yo mientras leía el libro, como un bichito atrapado en la tela de araña que Zafón ya había tendido para que cayera irremisiblemente en su laberinto narrativo. Después del consecuente aturdimiento de estos días de lectura hipnótica, he tomado la suficiente distancia con la experiencia como para reconocer algunos puntos fuertes y otros débiles del libro.

Empecemos por lo bueno, y es que me ha dejado estupefacta la manera en la que el escritor se hace dueño de diferentes géneros y es capaz de mezclarlos a su antojo sin que resulten artificiales o extraños. Hay pasajes góticos, eróticos, misteriosos, románticos y pícaros, y en este 'patchwork' literario no se nota la puntada. Para poder hacer esto, Zafón se vale de un repertorio de personajes que le hacen juego en cada una de estas facetas, pero hay uno en concreto que se adueña de la narrativa, y que le roba el papel al protagonista (o al menos así me lo ha parecido a mí). Se trata del supuesto 'Fermín Romero de Torres', que ha sido el culpable de las carcajadas que me he echado libro en mano. La ironía de este personajillo enclenque y tierno es uno de los 'ganchos' que me ha animado a seguir leyendo (o el veneno de la araña, por seguir con la metáfora).

Como ocurre con todos los textos, siempre se pueden encontrar 'peros'. En este caso, la primera lectura del libro me ha dejado algo desencantada por la pérdida de fuerza del protagonista principal, Daniel Sempere. Su voz se va apagando progresivamente, hasta que llegamos a ese buen número de páginas en donde se va desmadejando la trama. Aquí el personaje toca fondo completamente, a mi modo de ver. También, el hecho de que se descubra 'el pastel' mediante la narración y no la acción me ha parecido muy curioso. El año pasado mi profesora de escritura de novelas me decía que no era bueno descubrir el quid de la historia contándola simplemente, que había que trabajar la acción... Pues bien, éste es un buen ejemplo de lo que ella me decía que no hiciera, pero ya se sabe que 'para gustos los colores'. De todos modos, sí que es cierto que esa parte del libro se hace densa. Afortunadamente, los capítulos finales aligeran esa sensación.

¿He pellizcado alguna esquina? Pues he de decir que el libro no es mío, así que no lo he hecho por respeto, pero de haberlo podido hacer, sólo habría pellizcado dos o tres páginas. De hecho, tengo apuntadas en mi cuaderno azul algunas frases que me han gustado y me han dado que pensar, en especial ésta "(...) un relato era una carta que el autor se escribe a sí mismo para contarse cosas que de otro modo no podría averiguar" (527). ¿Qué cosas cuenta Zafón que le desenmascaran? ¿Cuáles cuento yo que me ayudan a reescribirme? Como decía Gabriel García Márquez, vivimos la vida para contarla. La re-narramos, reconstruimos y relatamos. Al final lo vivido no es lo que experimentamos, sino los retazos que recuperamos y reinventamos.¡Paradojas de la memoria!

Los laberintos narrativos nos pueden atrapar como una telaraña.
Imagen extraída de Wikipedia.